La creación de una zona compartida de interés es la principal preocupación que guía la política exterior española respecto a los países del Magreb. La diplomacia española busca, en efecto, una normalización de las relaciones hispano-magrebíes a través de una intensificación de la cooperación multisectorial y un desarrollo de las relaciones económicas y financieras. La apuesta consiste en crear un espacio compartido de estabilidad y prosperidad, en el que encuentren safisfacción tanto las aspiraciones justas de los pueblos del Magreb como los intereses españoles. Esta política aspira a contribuir a una evolución gradual hacia fórmulas políticas más participativas y democráticas, así como a asegurar representatividad para los ciudadanos magrebíes, en el marco de la protección de los Derechos Humanos.

Este concepto de «estabilidad dinámica» definido por los autores de la política exterior española, refleja una voluntad tímida de apoyar los cambios graduales en el proceso de democratización de los países de África del Norte, en tanto que esos cambios no afecten a los intereses estratégicos y económicos de España.