La degradación del sistema bipolar en los años 80 ha permitido a la reflexión estratégica desvincularse del factor sobredeterminante que representó el riesgo de un conflicto mayor en Centro-Europa a partir de 1945.

La caída del muro de Berlín en 1989 coadyuvó en la desaparición de los dogmas construidos a partir de la distribución geográfica del mundo como consecuencia de Yalta y que parecía ser inmutable.

Es en tal contexto que el Mediterráneo se desarrolla progresivamente en un objeto autónomo de la reflexión geopolítica y geoestratégica. No obstante, la debilidad de los resultados obtenidos por las diferentes políticas que Europa le había dedicado, mostró a finales de los años 90 los límites de una construcción que es sobre todo el fruto del voluntarismo europeo. Las recomposiciones en curso se operan en la escena internacional como consecuencia de los atentados del 11 de septiembre de 2001, lo que incita a preguntarse sobre la validez de una visión geopolítica y geoestratégica que parece cuestionada por las evoluciones actuales del sistema internacional. Al mismo tiempo, los principales desafíos a la Seguridad en la región no han sido superados y ésta aparece más que nunca como una zona de inestabilidad.