Entre la orilla Sur y la orilla Norte del Mediterráneo existen pueblos que no sólo pertenecen a dos esferas culturales diferentes, sino que además comparten interferencias históricas, culturales y económicas.

Los flujos humanos en un sentido como en el otro han sido los actores de estas interferencias. España, quien, hasta una fecha reciente, era un país de emigración (el país cuenta aún millones de residentes en el extranjero), no se configura inicialmente como un destino privilegiado para los marroquíes, sino como un país de tránsito, una etapa de paso hacia los países receptores tradicionales.

La segunda mitad de la década de los 80 marca un cambio en la historia migratoria de este país, quien de país de emigración se transforma en país de inmigración. A partir de 1986, el saldo migratorio ha sido constantemente positivo.

En el año 2001 el número de inmigrantes legales en España se cifra en 1.109.060, o sea, el 2,3% de la población total, una de las tasas más bajas de los países europeos.

En esta población extranjera, los Marroquíes son los más numerosos, con una cifra de 234.937 personas, o sea, el 21,18% del total.